viernes, mayo 14, 2010

Arqueología y conflicto. Una posición desde la arqueología marxista latinoamericana

Miguel Aguilar Díaz
Universidad de los Andes, Colombia.

¿Qué hace que la arqueología sea algo más que la heredera del colonialismo occidental coleccionista de objetos exóticos? Esa pregunta la tengo desde hace varios años, desde que escuché al arqueólogo y antropólogo Luis Lumbreras hablando a un grupo de estudiantes buscando esa respuesta en la Universidad de San Marcos. Lo recuerdo hablando sobre las maneras en las cuales la arqueología podía ayudar a un campesino o indígena pobre, a un ser humano en malas condiciones materiales de vida sin tener que estudiar leyes para defenderlo de los abusos, o sin tener que hacer economía para plantearle soluciones a sus problemas principales, es decir los económicos. Entonces supe que había un sentido en hacer arqueología. Esta disciplina no sólo estudiaría al ser humano, sino que su último fin sería lograr un contexto sociopolítico que asegure la permanencia nuestra especie de manera justa, que sea una parte importante en la lucha por el mejoramiento de las condiciones de vida de quienes se encontraban en el campo de los excluidos, de los desposeídos, de los marginados. Años después me di cuenta que esto no sólo debía incluir a esos campesinos indígenas pobres a los que se refería Luis Lumbreras en sus talleres de arqueología social, sino que esto incluía a todo ser humano de estas mismas condiciones sociales y económicas en cualquier parte del mundo. La vida humana es una sola, y su estudio implica necesariamente su defensa.
La defensa del patrimonio cultural arqueológico por parte de arqueólogos y antropólogos fue y es una actividad normal en casi todos nuestros países. Ese activismo político que la gran mayoría de los arqueólogos tenemos en mayor o menor grado, ha estado casi siempre separado de la defensa de la vida humana. Pues el hecho de que nosotros estudiemos la cultura material de todas las sociedades –sociedades antiguas, sociedades actuales- no significa en ninguna medida que debamos asumir posiciones políticas externas cuando se trate de cuestiones que afectan las integridades de nosotros mismos como seres humanos. Por ejemplo, muchos arqueólogos condenaron las bombas estadounidenses lanzadas contra Irak, las mismas que destruyeron al principal museo de la antigua Mesopotamia. ¿Pero cuántos condenaron a las bombas que destruían las vidas de los seres humanos?
Y este es el principal problema en la actualidad de la academia arqueológica. Yo lo veo como el producto de una indiferencia que rodea y limita nuestra propia práctica política. Una indiferencia que sin embargo es cada vez menos generalizada en la manera de hacer arqueología en el mundo. La arqueología no empieza ni termina con el objeto. Empieza con seres humanos, y termina con ellos. Es una ciencia que se basa en la comunicación, el estudio y la defensa de la propia vida. Hablar de arqueología sin hablar de justicia social, es como hacer arqueología y dejar que las bombas israelíes sigan asesinando seres humanos en Palestina.
No concibo esa manera de hacer arqueología. Es decir, como ciudadano de este mundo la indignación del asesinato y la desigualdad de condiciones en el Medio Oriente me vuelve impotente y estúpidamente inservible. Pero como arqueólogo, no simplemente es ese el sentimiento. Como arqueólogo, considero que es una obligación ética defender esa integridad humana que debemos estudiar en sus materialidades. Como arqueólogo, me obligo a mi mismo a escribir esto, y pedirle a mis colegas que sientan es misma indignación que espero nunca se llegue a perder. Esa es la diferencia entre una arqueología del sistema neoliberal, individualista y “apolítica”, con una arqueología social latinoamericana, comprometida con el estudio de los sistemas de opresión de los seres humanos, pero también, con su liberación.

martes, mayo 11, 2010

Bagua: Resistencia histórica *

Eloy Avalos Alvarado
Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Perú.

Muy pronto se cumplirá un año desde los sucesos de Bagua. Tengo en la memoria las declaraciones del Alan García: “Hay gran interés en que nuestra Amazonía no se toque y no se pueda extraer el gas, el petróleo que necesita Perú para su desarrollo, y eso sólo le interesa a potencias petroleras que quieren mantener a otros países como compradores de petróleo y no quieren que desarrollen sus riquezas”. Más adelante añade: “¿Qué es lo que se quiere, que Perú se quede de rodillas, se vea frustrado en su camino al desarrollo?".(1)
Estas declaraciones, no sólo expresan la forma de expresar de un individuo, sino es la forma de interpretar la realidad peruana de todo un conjunto numeroso de intelectuales de diferentes disciplinas sociales y de diferentes paradigmas teóricos e ideológicos.
La concepción del desarrollo implica una apreciación eurocentrista acerca de la estructura económica y social de un país. Ya que se concibe implícitamente que un país se encuentra en una situación de desfase respecto a otros países, como los de la Europa occidental. Asimismo, está implícito, en ideas similares a las de la declaración de Alan García, la idea de “la modernidad”.
Sobre este punto, obviamente no se refiere a una modernidad propia, sino a “la” modernidad única, la que estos intelectuales consideran como tal; la que justamente se concibió en el devenir histórico de la Europa Occidental, aquella basada en la tradición greco – romana, tradición cuyos elementos esenciales concurrentes son el belicismo, el capitalismo y el pensamiento platónico – aristotélico. El “Perú”, es un producto de este devenir. En ese sentido, dado que nuestra sociedad, no tiene la misma génesis histórica, ni tradición, todo acto de conquista o acto de apropiación violenta en estas tierras estará justificado; en tanto aquello que se le oponga vaya contra “la” modernidad; ya que esta es superior cualitativamente y es mayor cuantitativamente a otras formas de tradición u otras formas de modernidad.
Para los ideólogos de esta perspectiva, la concepción de la historia es lineal. Así, de esta concepción se desprende: Pasado = Atraso y Presente > Pasado.
En esos mismos días de los sucesos de Bagua, un columnista del diario Correo, escribía: “Los pobres integrantes de las tribus selváticas, que aún se encuentran en el paleolítico inferior, estarán -gracias a dirigentes como el Pizango ese- condenadas a la pobreza y a la extinción”. Y luego añade: “Cuando esos pobres chunchos se percaten de que se mantienen en la edad de bronce y siguen viviendo de cazar monos con cerbatana, cosechar bayas y sembrar coca (por la que los narcos les pagan una miseria) y deseen entrar de una buena vez al siglo XXI ya será demasiado tarde”.(2) Asimismo, desde otra perspectiva, pero con la misma carga ideológica y conceptual, se afirmaba “hay un problema de relación entre los Estados nacionales de América Latina y los pueblos originarios, quienes en su mayoría han sido excluidos del bienestar, de la participación y de la presencia política. Así, los grupos indígenas han crecido al margen de los Estados y, por este mismo motivo, cuando arrancan los grandes proyectos, especialmente los de extracción de recursos naturales, sienten que ello es una agresión contra su identidad y su territorio, aspectos de esencial importancia para estos grupos”.(3) Bueno pues, sólo se puede hablar de exclusión, en tanto y en cuanto, se está incluido en una forma de ver la realidad, incluido teóricamente, que entiende que todo aquel individuo que este bajo las reglas del Estado peruano no evidenciará estos problemas por estar justamente incluidos. Se desprende entonces, que lo que hay que hacer es incluirlos.
Estas concepciones niegan la posibilidad de un devenir histórico multiforme. Niegan las experiencias históricas exitosas de Egipto, de China, de la India, la Maya y la nuestra, la Andina.(4) Ya que conciben que lo único exitoso ha sido la tradición histórica greco – romana, la cual se encarna en el capitalismo mercantil de Occidente. En ese sentido, se niega la racionalidad milenaria desarrollada en este lado del mundo, la del mundo andino. Consideran que todo aquel que no calce con la racionalidad occidental, la racionalidad capitalista, o renuncia a su racionalidad o simplemente debe desaparecer. Esta connotación simple pero importante, es la diferencia entre el genocidio andino del siglo XVI y el holocausto judío.
Consecuentemente, la racionalidad que se trata de imponer infructuosamente sobre la población, resulta asimismo un proceso de alteridad. Sólo así se entiende el fracaso absoluto de la “democracia” y sus respectivos partidos políticos, sólo así se entiende el fracaso de las múltiples reformas económicas; ya que un desconocimiento absoluto de la tradición histórica andina no hace más que encarecer el proceso del devenir histórico de la sociedad peruana, pues se ha renunciado a un conjunto de estrategias exitosas de sobrevivencia en el mundo andino para sustituirlo por el de la tradición greco – romana. Sin embargo, a pesar de ello, se confunde modernidad con modernización, pensándose que la suma de modernizaciones conducirá a una modernidad endógena en la sociedad peruana, como muestran los rotundos fracasos, en la educación, del “bachillerato” fujimorista, el “Plan Huascarán”, y en otros campos, el famoso programa "Credito Interés Cero" o últimamente "Sierra Exportadora".
Sobre esta complejidad contradictoria de racionalidades, de contexto físico y social, que no es más que la alteridad de nuestros 500 años de opresión histórica, social, económica y cultural de parte de Occidente, hoy expresada en los intereses de las grandes transnacionales, estos “intelectuales” creen ver “el otro sendero”, la génesis del desarrollo del capitalismo o la “revolución capitalista” del Perú. Sólo desconociendo nuestro pasado histórico y nuestra propia tradición somos capaces de ver, como en el caso de Bagua; una situación incomprensible y deleznable. Y si así lo vemos, un año después, es que somos intelectualmente occidentales.
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(3) Ramiro Escobar, de Comunicación Política, Análisis Internacional y Periodismo en la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas.
(4) Ramos, Gerardo. Una visión alternativa del Perú. Lima: Universidad Ricardo Palma, 2001., pp. 65 - 75.

martes, mayo 04, 2010

El destino histórico de San Marcos *

Hugo Sánchez Díaz
Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Perú.

La historia parece haber reservado a la Universidad Nacional Mayor de San Marcos un paradójico destino. La ubica en su origen, a inicios de la Era Moderna, como la primera universidad de la cuenca del Pacífico, zona que en el ápice de la modernidad, cuando esta se ha extendido a escala planetaria, ha pasado a ser el centro de la geopolítica global. Este sólo hecho le otorga de por sí un valiosísimo capital simbólico del que aquí no parecemos ser conscientes, precisamente en el momento en que el despliegue de la lógica de vida que caracteriza a la modernidad otorga un valor decisivo al capital simbólico, así como al conocimiento.
En efecto, en sus inicios San Marcos tiene un papel protagónico en la gestación de uno de los fenómenos decisivos de la Era Moderna: la colonialidad, tanto en el ámbito de la transmisión del saber, como en el de la formación de élites para administrar ese orden. No obstante, la persistencia de la opción por un posicionamiento subordinado –colonial– en el escenario global, por parte de los sectores dominantes de nuestro país, ha permeado la vida institucional de San Marcos y la universidad peruana en su conjunto, afectando su autonomía en múltiples dimensiones, que van desde el terreno decisivo del saber hasta el de su gestión.(1)
Cuando la modernidad parece estar llegando al pleno cumplimiento de sus potencialidades (entre ellas el incremento vertiginoso de la producción tecnocientífica como clave de poder) y a la vez muestra sus límites como forma de organizar la vida humana, en San Marcos parece haberse perdido la vocación –esencial a la condición universitaria– de auscultar lo que Mariátegui llamara la escena contemporánea, para situarse en ella con el mayor margen de autonomía e iniciativa.(2) Se trata de una preocupante señal de la pérdida de autonomía, en un terreno mucho más decisivo que el de la gestión.
En efecto, hoy en día la defensa de la autonomía universitaria requiere el ejercicio riguroso del pensamiento para comprender el curso de los acontecimientos en el escenario global, a fin de situarnos en él con un proyecto propio, funcional a los intereses de la comunidad nacional de la que formamos parte. Lo contrario es mantener el juego autista de intereses particulares que se han apoderado de nuestra universidad, bloqueando sus posibilidades de desarrollo y favoreciendo la mercantilización de la educación superior; es convertir la autonomía universitaria en coartada para repartirse la universidad, sin tener que dar cuentas al país.
El crecimiento del sector privado en la universidad peruana es manifestación visible de la mercantilización de la educación superior. Pero este fenómeno se deja sentir igualmente en todas las esferas de actividad de la universidad pública. Se ha mercantilizado el acceso –con el centro preuniversitario–; ocurre también con la graduación y titulación –a través de la generalización de programas con alto costo que han afectado la producción de tesis–; la actividad docente se ha dispersado, convirtiéndose en algunos casos en un acto furtivo, subordinado a otros compromisos laborales. Todo esto ha venido a ocurrir con anuencia de las actuales autoridades, que han añadido la sistemática destrucción de la imagen institucional de la primera universidad del país, hoy identificada con escombros y anomia, no obstante lo cual quieren perpetuarse en el poder, hacia el que han desarrollado adicción,(3) habiendo alcanzado el control de la universidad sobre la base de la creación de clientelas y corrupción de la representación estudiantil secuestrada por operadores mafiosos.
San Marcos tiene un destino histórico que cumplir como referente del conjunto de universidades públicas, hoy sometidas a una feroz ofensiva del sector privado con fines de lucro, fenómeno ante el que la actual gestión ha carecido de opinión explícita, habiendo guardado un silencio cómplice.(4) Esa ausencia de liderazgo e interlocución ante un Estado que impone como política el abandono de responsabilidades sociales básicas en educación, salud y seguridad, a favor del sector privado, ha sido un factor decisivo para la derrota de la huelga docente, que exigía la homologación volviendo al viejo esquema inoperante de enfrentar la tecnocracia del MEF con la burocracia sindical, en un diálogo de sordos.
Una gestión carente de definiciones sobre qué hacer con San Marcos para fortalecer su vida institucional y recuperar la iniciativa en el ámbito universitario nacional,(5) nos conduce a la marginalidad. En un contexto de agresivo crecimiento del sector privado, nuestra universidad no puede soportar cinco años más de sistemático deterioro como el que esta gestión ha producido, sin cruzar una línea irreversible. Detener esta espiral de caída constituye un imperativo moral. Es preciso enfrentarla con un proyecto cuyo núcleo programático es la defensa de la universidad pública, objetivo que exige una apuesta radical por el mejoramiento continuo de la calidad académica, entendiendo que la democratización de la educación pasa por el acceso a una ecuación de calidad: lo contrario refuerza las brechas sociales. La calidad de los procesos y resultados académicos debe juzgarse por referencia a su pertinencia a las necesidades del desarrollo social, el impulso de la investigación y la afirmación del trabajo interdisciplinario. A ese propósito deben subordinarse los procesos administrativos. Una gestión honesta, democrática, deberá desarrollar este programa, para reiniciar el proceso de recuperación institucional de San Marcos y de la universidad pública en nuestro país.
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* Publicado en De acuerdo, nº 4, marzo - abril del 2010.
(1) Cabe hablar de colonialidad del saber, en ausencia de una vocación genuina de producirlo; cuando nos limitamos a consumir de segunda mano saberes producidos por otros, y cuando además esos saberes no dialogan con aquellos otros que se hallan en nuestras tradiciones culturales originarias.
(2) Todavía hasta la década de los 80 los debates políticos en la universidad peruana solían empezar por el reconocimiento de la situación internacional, pasando luego por el de la situación nacional, escenarios sin los cuales no se creía factible un juicio objetivo sobre la situación de nuestras universidades. No obstante, es de notar que en aquellas polémicas sobre las claves del poder, se hallaba ausente la relación entre poder y la capacidad de producir saber, hecho muy sintomático de la pérdida de horizonte, tratándose de debates ocurridos en el ámbito universitario.
(3) Tal parece ser el caso de quienes desde el Consejo Universitario controlan a su favor la universidad, y hoy –impedidos de reelegirse- quieren convertir las próximas elecciones de representantes ante la Asamblea Universitaria en plataforma para migrar a ella para mantener ese control.
(4) Patética muestra de aquella complicidad es el homenaje brindado en ceremonia solemne por el propio rector Izquierdo, conjuntamente con el decano de la Facultad de Educación y el director del postgrado de esa facultad, a Fidel Ramírez Prado, dueño de Alas Peruanas, institución privada involucrada en graves acusaciones de corrupción.
(5) Durante la gestión anterior, a cargo de AIS, se constituyó la Alianza Estratégica de Universidades (UNMSM, UNI, UNSLM), como un referente nacional de las universidades públicas, espacio que debió haberse ampliado con participación de otras universidades emblemáticas de este sector, para generar una representación universitaria alternativa a la de la ANR, hoy copado por el sector privado académicamente más deleznable.